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Atribuciones I

He llevado una vida un tanto contemplativa intentando descubrir qué es lo que me hubiese gustado hacer. Nunca lo supe del todo. MARLON BRANDO

Aquí estoy, cincuenta y ocho años, y todavía no sé qué quiero ser cuando crezca. PETER DRUCKER

El destino ama a los audaces. JAMES RUSSELL LOWELL

Un hombre es rico en proporción a las cosas que puede desechar. HENRY DAVID THOREAU

Nada hay más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. VICTOR HUGO

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Buenos Aires

In my room at the Hotel Continental a thousand miles from nowhere, I heard the bulky, beefy breathing of the herds.   Cattle furnished my new clothes: my coat of limp, chestnut-colored suede, my sharp shoes that hurt my toes.   A false fin de siecle decorum snored over Buenos Aires, lost in the pampas and run by the barracks.   Old strong men denied apotheosis, bankrupt, on horseback, welded to their horses, moved white marble rearing moon-shaped hooves, to strike the country down.   Romantic military sculpture waved sabers over Dickensian architecture, laconic squads patrolled the blanks left by the invisible poor.   All day I read about newspaper coup d’états of the leaden, internecine generals— lumps of dough on the chessboard—and never saw their countermarching tanks.   Along the sunlit cypress walks of the Republican Martyrs’ graveyard, hundreds of one-room Roman temples hugged their neo-classical catafalqu...

La siesta

Para M. M. M., lejos y en el tiempo. Dejó de atesorar libros. El verbo está bien empleado, pues eso es justamente lo que dejó de hacer: considerarlos tesoros, atribuirles carácter de objetos preciosos. Desde que empezó a reunirlos en la infancia, también él había ido adquiriendo, con los años, esa idea general y muy difundida de que los libros no son solo su contenido sino también su forma, su tamaño, sus colores, su olor. Una de las primeras sensaciones memorables de su niñez pueblerina era aquella que, cuando regresaba del mundo de afuera (la calle, la escuela), le proporcionaba abrir la puerta del sencillo cuarto donde estaba su biblioteca y verlos ordenados y sólidos detrás de los vidrios. Eran sus libros, y en ese reconocimiento descansaba una consistencia, una solidez que era su refugio contra todo el resto. El mundo tenía muchas veces la inmaterialidad con que el sol del verano envuelve las cosas y las disuelve: las siestas en su pueblo eran así, una disolución ...