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Atribuciones II


La actitud de Houellebecq es muy determinista, donde una persona no es más que la suma de la calidad de su herencia genética y la fuerza de su posición socio-económica. SIMON STEVENSON, acerca de Ampliación del campo de batalla

Siempre dices algo con la mayor naturalidad y resulta inconveniente o tocas una fibra que no esperabas. […] En cuanto a la frivolidad, si de frivolidad se trata el gusto por vivir, también creo que hay mucho en mi trabajo. […] No me ha importado hablar de la belleza, ni de la ropa, ni de la moda. […] Respeto a las personas que no se interesan por la belleza de las cosas, pero quiero ser respetada porque a mí me ocurra todo lo contrario. ELVIRA LINDO, 2011

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Víctimas

Son caros cuando se compran, no valen nada cuando se revenden, alcanzan precios astronómicos cuando hay que encontrarlos una vez que se agotaron, son pesados, se empolvan, son víctimas de la humedad y de los ratones, son, a partir de cierto número, prácticamente imposibles de trasladar, necesitan ser ordenados de una manera específica para poder ser utilizados y, sobre todo, devoran el espacio. JACQUES BONNET, Bibliotecas llenas de fantasmas

Sintagmas

Borges es incomparable. Inventó un género que no tiene nombre. Es ficción, ensayo, una forma literaria a la que se le quieren adosar los viejos nombres pero que justamente, por ser viejos, no pueden definirla. Su modo de escribir aparece como modelo, pero lo curioso es que no tiene buenos imitadores: quienes aspiran a imitarlo quedan lejos de él. El modo en que llega a su objeto, lo construye, lo delimita, se asemeja al tiro al blanco zen: no se sabe cómo con tanta sencillez y economía de movimientos se logra tal precisión. Siempre recuerdo que señaló a la metafísica como una rama de la literatura fantástica: es una gran definición. Formo parte de toda esa gente que tiene su propia anécdota con Borges, material de toda una rama de la literatura argentina. Asistió a una de mis clases en la Facultad de Psicología en 1984. Regresaba de Tucumán, de un congreso de lingüística cuyo tema era el Facundo . Le pregunté cómo le había ido. “Bien, bien. Lo que no entiendo es para qué hacen...

La siesta

Para M. M. M., lejos y en el tiempo. Dejó de atesorar libros. El verbo está bien empleado, pues eso es justamente lo que dejó de hacer: considerarlos tesoros, atribuirles carácter de objetos preciosos. Desde que empezó a reunirlos en la infancia, también él había ido adquiriendo, con los años, esa idea general y muy difundida de que los libros no son solo su contenido sino también su forma, su tamaño, sus colores, su olor. Una de las primeras sensaciones memorables de su niñez pueblerina era aquella que, cuando regresaba del mundo de afuera (la calle, la escuela), le proporcionaba abrir la puerta del sencillo cuarto donde estaba su biblioteca y verlos ordenados y sólidos detrás de los vidrios. Eran sus libros, y en ese reconocimiento descansaba una consistencia, una solidez que era su refugio contra todo el resto. El mundo tenía muchas veces la inmaterialidad con que el sol del verano envuelve las cosas y las disuelve: las siestas en su pueblo eran así, una disolución ...