Son
caros cuando se compran, no valen nada cuando se revenden, alcanzan
precios astronómicos cuando hay que encontrarlos una vez que se
agotaron, son pesados, se empolvan, son víctimas de la humedad y de
los ratones, son, a partir de cierto número, prácticamente
imposibles de trasladar, necesitan ser ordenados de una manera
específica para poder ser utilizados y, sobre todo, devoran el
espacio. JACQUES BONNET, Bibliotecas llenas de fantasmas
Borges es incomparable. Inventó un género que no tiene nombre. Es ficción, ensayo, una forma literaria a la que se le quieren adosar los viejos nombres pero que justamente, por ser viejos, no pueden definirla. Su modo de escribir aparece como modelo, pero lo curioso es que no tiene buenos imitadores: quienes aspiran a imitarlo quedan lejos de él. El modo en que llega a su objeto, lo construye, lo delimita, se asemeja al tiro al blanco zen: no se sabe cómo con tanta sencillez y economía de movimientos se logra tal precisión. Siempre recuerdo que señaló a la metafísica como una rama de la literatura fantástica: es una gran definición. Formo parte de toda esa gente que tiene su propia anécdota con Borges, material de toda una rama de la literatura argentina. Asistió a una de mis clases en la Facultad de Psicología en 1984. Regresaba de Tucumán, de un congreso de lingüística cuyo tema era el Facundo . Le pregunté cómo le había ido. “Bien, bien. Lo que no entiendo es para qué hacen...
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