Son
caros cuando se compran, no valen nada cuando se revenden, alcanzan
precios astronómicos cuando hay que encontrarlos una vez que se
agotaron, son pesados, se empolvan, son víctimas de la humedad y de
los ratones, son, a partir de cierto número, prácticamente
imposibles de trasladar, necesitan ser ordenados de una manera
específica para poder ser utilizados y, sobre todo, devoran el
espacio. JACQUES BONNET, Bibliotecas llenas de fantasmas
Una memoria textual
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