Alguien,
quien nunca ha visto la luz solar (porque ha permanecido en letargo o
porque ha vivido como los habitantes de la caverna de Platón), abre
por primera vez los ojos en medio de un bosque, mira a lo alto entre
el follaje y piensa que la luz del sol es nada más que esos
fragmentos diminutos que se cuelan entre las hojas.
Pero
más tarde desemboca en un abra del bosque donde recibe, de golpe,
la entera plenitud de la luz, y queda poco menos que ciego.
Internet
es como ese bosque: o bien filtra la luz en fragmentos dispersos e
insuficientes, o la muestra con una totalidad inabarcable y cegadora.
Cualquiera
puede pensar que, gracias a la tecnología, producir una
investigación que en el pasado hubiese implicado visitar bibliotecas
y archivos físicos muchas veces distantes hoy sólo conllevaría
adentrarse unas horas, unos días, en la red para hallar todo lo que
se proponga, sin levantarse siquiera del escritorio.
Sin
embargo: uno se interna en la web para hallar información sobre un
actor y director argentino llamado Eduardo Cuitiño y, pese a que conoce las técnicas de la búsqueda virtual, lo primero que
encuentra es que la localización de ciertos artículos periodísticos
sobre el artista son referidos, desde un sitio-catálogo, a
repositorios físicos como, por caso, un museo del cine.
No
puede estar todo, claro. Algún día lo estará: todas las
fotografías, todos los artículos, todos los documentos acerca de lo
que sea, escaneados, digitalizados, accesibles. Por ahora, hay
momentos en que Internet sólo sugiere fragmentos de luz entre un
follaje casi infinito. Entonces, si se quiere ver la fuente completa,
hay que salir del bosque —levantarse del escritorio, averiguar
horarios, caminar hasta el museo o la biblioteca—.
Dice,
con dicción catalográfica, una de las referencias: "Fotografía
blanco y negro, sobre papel fotográfico brillante con marco
perimetral, de un grupo de personas en el Grill Europa, en Bogotá,
en 1956, cantando. A la derecha, al piano, el cantante y compositor
Charlo, de perfil izquierdo. A la izquierda, delante de una columna
la pareja formada por la actriz Irma Roy y el actor Eduardo Cuitiño".
¿Quién
era ese hombre, entonces? ¿Qué hacía en Colombia en 1956?
¿Hasta
dónde habría que ir para saber algo más, no sólo fragmentos,
acerca de él, de su vida? Las bibliotecas y los museos no son
siempre alcanzables, y las personas, esos otros —los primeros—
reservorios de la memoria, tampoco. Además, las personas mueren.
En
algún lugar, otro indicio: una "solicitada en contra de
declaraciones realizadas por Miguel Tato". ¿Miguel Tato —se
pregunta uno— era aquel famosamente, penosamente influyente censor?
Si el sujeto de su búsqueda firmó alguna vez algo en contra de ese
tipo, pues entonces bien, piensa.
Y
luego se dice: conservar la objetividad, no empezar a simpatizar con
alguien de quien apenas uno conoce algo más que el nombre.
Reseñas,
críticas, estrenos, elencos, compañías, emisiones de radioteatro,
argumentos, premios, necrológicas: Tribuna, 1947; La Nación, 1948;
El Mundo, 1948; Noticias Gráficas, 1948; La Hora, 1949; La Época,
1950; La Prensa, 1950; Mundo Argentino, 1951; El Líder, 1951;
Democracia, 1951; El Pueblo, 1954; Crítica, 1954; Correo de la
Tarde, 1958; Radiolandia, 1962; La Razón, 1962; Clarín, 1962; El
Siglo, 1962...
La
historia de un país es también la historia de sus diarios y sus
radios. Uno (llamémosle desde aquí "el navegante") no
puede evitar recordar el hábito, ya que no el sonido, de algún
radioteatro en su casa de infancia, ni la figuración, ya que no la
imagen, de un ejemplar de Radiolandia que su madre había dejado
sobre un mueble. Con eso empezó a leer, también.
Diario Clarín,
27 de noviembre de 1963: "Desaparece Eduardo Cuitiño, un actor
de recios perfiles". Recios perfiles: la escritura periodística.
Y otra vez, casi tan excéntrica como la periodística, la dicción
catalográfica describiendo con redundancia las fotografías, ¿para
no videntes?:
[…]
actor Eduardo Cuitiño. Viste de etiqueta y tiene las manos apoyadas
en la cintura.
[…]
silueta recortada del actor, personificado como Napoleón Bonaparte,
para el film "Madame Sans Gène".
[...]
un alto en el rodaje de "Caídos en el infierno". Eduardo
Cuitiño sentado, vestido con smoking.
[…]
del film "El ángel desnudo". Eduardo Cuitiño a la
izquierda y Carlos Cores a la derecha, de pie y con traje, besan cada
uno una mano de la protagonista Olga Zubarry. Ella de tres cuartos de
perfil izquierdo y sonriente, usa un vestido claro de mangas amplias
y largas, con el corsage cruzado y sostenido por un prendedor.
¿No
era en esa película donde Olga Zubarry cometía la inusual audacia
de exhibir su maravillosa espalda? Más:
[…]
Eduardo Cuitiño y Laura Hidalgo de medio cuerpo y de tres cuartos de
perfil derecho. Él vestido con camisa, saco y pañuelo al cuello;
ella con falda y chaqueta a cuadros y polera.
[…]
en primer plano Eduardo Cuitiño arreglándole el cuello del vestido
a Silvana Roth, de pie a su lado mirando al suelo.
[…]
en primer plano Ana María Lynch de espaldas, sentada en un tocador y
reflejada en el espejo, y Eduardo Cuitiño de pie, reflejado en el
espejo.
Olga
Zubarry, Laura Hidalgo, Silvana Roth, Ana María Lynch, etcétera,
etcétera. ¿Cuándo, en otra época que no fuera ésa, entre fines
de los cuarenta y comienzos de los sesenta, tuvieron las performing
arts argentinas semejante conglomerado de mujeres espléndidas?
En
cuanto a los "perfiles": el navegante observa las fotos y
piensa que el sujeto de su búsqueda tiene una expresión más bien
filosófica caracterizado como Bonaparte, casi cómica en una portada
de la revista Antena de junio de 1940, aristocrática en una escena
con fondo cordillerano de "Caídos en el infierno", y
reconcentrada, en impermeable, frente a la cámara de "La bestia
humana".
Pero
además están esas dos imágenes extraordinarias: como en un film de
Marcel Carné, hay un plano con escenografía de barco donde
Francisco Petrone extiende un arma a Cuitiño, que está de remera a
rayas y gorro marinero. Y en la otra, que uno confundiría
tranquilamente con un set del expresionismo alemán, el actor está
parado en una calle nocturna, tajeada de claroscuros geométricos,
con abrigo largo y gorra militar junto a una "rampa de cemento
de forma espiralada".
El
navegante no es, desde luego, un crítico de cine, pero se pregunta
ahora, observando estas fotos, si un actor que puede verse
alternativamente filosófico, cómico, aristocrático, reconcentrado,
y hasta confundible con una figura europea, no será, no habrá sido,
en última definición, un actor muy bueno.
Vuelve
a contemplar la foto de Bogotá. Alrededor de ella, fuera de los
límites del "marco perimetral" que rodea al "papel
fotográfico brillante", pura ausencia, las lagunas de la
historia.
Entonces,
como si la web fuese a veces igual a un recodo del bosque que, de
pronto, revela otra cosa —montaña, cauce, valle, camino—,
aparece un documento, firmado por una investigadora del CoNICET, que
dice que ese hombre, Cuitiño, dirigió alguna vez en el atrio de la
Facultad de Derecho una puesta de Electra con actores muy
populares en la época, y coro y cuerpo de baile del Colón, que fue
presenciada por unas... 40 mil personas.
Esa
cifra en un espacio público sólo la juntan, con suerte, algunos
espectáculos de rock, y eso en tiempos actuales. Pero ¿en 1950?
Dice
la investigadora: "[…] La puesta de Electra significó el
acceso de los sectores populares a zonas del espacio urbano que no
frecuentaban asiduamente —como el barrio de la Recoleta y la
Facultad de Derecho— a la vez que la conexión con un texto
perteneciente a la cultura clásica interpretado por un grupo actoral
que conocían a través de su desempeño en el teatro, el cine y la
radio".
Entonces
empieza a entender la fecha de la foto colombiana: 1956. Esa gente
cantando en Bogotá. El afuera de la historia, los bordes. Cada etapa
de la Historia es, cómo no entenderlo, también el inconcluso efecto
de todas las fisuras, todas las ausencias y silencios, los flujos y
reflujos de un oleaje que no cesa:
"[…]
no faltaron persecuciones ideológicas. Se confeccionaron listas
negras y se determinaron exilios, voluntarios u obligados. […]
Libertad Lamarque y Francisco Petrone fueron las primeras víctimas
importantes de la persecución a artistas antiperonistas".
Flujo: Saslavsky, Christensen, Petit de Murat, de Zavalía, Caviglia, Niní
Marshall, Delia Garcés, Susana Freyre, García Buhr, María Rosa
Gallo, Da Passano, López Lagar, Fregonese […]. Paulina
Singerman, Luisa Vehil, Nini Gambier, Irma Córdoba, "vieron
interrumpidas sutilmente sus carreras".
Sutilmente.
Cómo no percibir la ironía involuntaria del adverbio.
Reflujo:
"[…] Luego del golpe de estado de setiembre de 1955
regresarían la mayoría mientras, inversamente, otros rostros (Fanny
Navarro, Malisa Zini, Eduardo
Cuitiño, Pedro Maratea, Pierina Dealessi...) emprendían el
duro camino del olvido o la desocupación. En suma, también el cine
reflejó un país permanentemente desgarrado en dos, en 'el exilio
político y el exilio cultural, fuera y dentro', según Beatriz
Guido".
"[…]
Se prohibió la actuación de figuras por el solo motivo de haber
tenido contacto con el justicialismo. Nombres como Luis Sandrini,
Enrique Santos Discépolo, Roberto Sciammarella, Mariano Mores, Carlos
Acuña, Tita Merello, Lola Membrives,
Eduardo Cuitiño, Sabina Olmos, Charlo."
Un
año después, esa gente de la foto cantaba en Bogotá.
Todos tienen abiertas las bocas felices, una felicidad musical y
verdadera. Uno de ellos, Charlo, al piano. Repentinamente, al igual
que al principio tuvo que acordarse de la Radiolandia que su madre
leía, el navegante recuerda también que su padre declaraba, con
sarcasmo o enojo, que Charlo era mucho mejor que Del Carril.
Pero
hasta él, que era un niño, se daba cuenta: eran celos. Su madre
estuvo declaradamente enamorada de Del Carril hasta el fin de sus
días, los de él, los de ella.
Je
suis de la race qui chantait dans le supplice,
escribió un héroe literario del navegante, Rimbaud. Cantar en
el suplicio, cantar en el exilio. No está mal. No es poco.
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